Franco Colapinto no oculta su frustración tras la segunda sesión de libres del Gran Premio de México. El piloto argentino, que había brillado en la FP1 con un sólido noveno puesto, cayó al decimoctavo en la FP2, un retroceso que él mismo atribuye a cambios inesperados en el setup del Alpine. “El equipo modificó la configuración entre sesiones sin mi aprobación clara y el coche se volvió inestable”, declaró Colapinto al bajar del monoplaza, con la voz firme pero sin perder la compostura.

En la primera práctica, el A524 parecía una extensión de su cuerpo. Colapinto marcó tiempos competitivos, superando incluso a rivales con más experiencia, y dejó entrever que el fin de semana podía ser prometedor. Sin embargo, la segunda tanda transformó el monoplaza en un adversario impredecible. La parte trasera bailaba en las curvas rápidas del Autódromo Hermanos Rodríguez y la tracción desapareció en las salidas lentas. Nueve posiciones perdidas en un abrir y cerrar de ojos.
“Esto no es culpa mía. El error viene del lado técnico”, sentenció el argentino en la zona mixta, mirando directamente a los ingenieros que revisaban datos a pocos metros. No alzó la voz, no señaló con el dedo. Su tono fue el de alguien que defiende su trabajo y exige lo mismo a los demás. Pierre Gasly, su compañero, también sufrió con el coche, pero optó por el silencio y la resignación. Colapinto, en cambio, eligió la acción.
Minutos después, ya estaba reunido con los mecánicos y los estrategas, revisando telemetría y proponiendo ajustes. “Tenemos que entender qué pasó y corregirlo antes de la clasificación. No podemos repetir esto”, insistió. Su intervención no solo buscaba soluciones inmediatas, sino que proyectaba una madurez que trasciende la cabina. A sus 21 años, el piloto de Williams en préstamo a Alpine demuestra que liderar no es solo marcar la pole, sino también asumir la responsabilidad cuando las cosas se tuercen.

Los cambios no autorizados en el setup suelen ser un tabú en la Fórmula 1. Los pilotos confían ciegamente en sus ingenieros, pero también esperan que las decisiones clave pasen por su filtro. Colapinto rompió el protocolo al hacerlo público, aunque lo hizo con precisión quirúrgica. “No estoy aquí para culpar, estoy aquí para mejorar”, aclaró ante las cámaras. Esa frase resume su filosofía: transparencia sin drama, crítica sin veneno.
El episodio expone las tensiones internas que a veces se esconden tras los garajes. Alpine atraviesa una temporada irregular, con destellos de velocidad pero también con errores que cuestan puntos. La caída de Colapinto en la FP2 no es solo un dato en la tabla de tiempos; es un recordatorio de que la F1 no perdona descoordinaciones. Y el argentino, lejos de hundirse, convirtió la adversidad en una oportunidad para fortalecer la relación con su equipo temporal.
Gasly, más veterano, prefiere el perfil bajo. “El coche no estaba donde queríamos, pero mañana será otro día”, comentó el francés con la calma que da la experiencia. Colapinto, en cambio, no se conforma con esperar. Su reacción inmediata –reunión técnica, análisis conjunto, propuestas concretas– revela un carácter que va más allá de la velocidad pura. “Un piloto top no solo acelera; entiende la política del equipo y la técnica del coche”, reflexionó el propio Colapinto en una entrevista posterior.

El Gran Premio de México aún tiene mucho por delante. La clasificación del sábado y la carrera del domingo serán la prueba definitiva de si Alpine aprendió la lección. Colapinto, por su parte, ya dejó claro que no está dispuesto a ser un pasajero en su propia historia. “Este es un aprendizaje para todos. Si lo corregimos, saldremos más fuertes”, aseguró antes de abandonar el paddock.
Su franqueza ha generado revuelo en redes y medios. Algunos lo ven como un acto de rebeldía; otros, como el nacimiento de un líder. Lo cierto es que el argentino no solo pelea por décimas en la pista, sino por respeto en el garaje. Y en un deporte donde los errores se pagan caro, esa combinación de talento y carácter podría ser su mejor arma.
La noche cae sobre Ciudad de México y los mecánicos de Alpine trabajan contrarreloj. Colapinto, ya en el hotel, revisa videos onboard. Sabe que la FP3 será su oportunidad de redención. Y si el coche responde, el mundo verá que su enojo no fue un capricho, sino el combustible de quien no se rinde. Mañana, el Autódromo Hermanos Rodríguez será testigo de si la lección se convirtió en victoria.
