El mundo del tenis quedó paralizado cuando Carlos Alcaraz rompió su silencio en una rueda de prensa en Riad. Con voz temblorosa y mirada perdida, el joven campeón español confesó haber vivido “atrapado en una mentira” durante meses.
Según reveló, el acuerdo firmado con Turki Alalshikh, presidente de la GEA de Arabia Saudí, iba mucho más allá de una simple participación en el torneo Six Kings Slam. Detrás del contrato, se escondía un entramado económico y psicológico que pocos imaginaban.
Alcaraz confirmó que, además de los 1,5 millones de dólares por jugar el evento, recibiría 2 millones de euros anuales destinados a un programa médico de recuperación y asistencia psicológica frente a la presión del circuito ATP. Todo parecía un trato beneficioso.
Sin embargo, el tono del tenista cambió radicalmente cuando confesó haber sido “traicionado”. Según sus palabras, tras firmar el contrato, fue presionado y amenazado por miembros vinculados a la Riyadh Season, quienes exigían modificar los términos financieros del acuerdo.
Alcaraz relató que al negarse a ceder ante las amenazas, fue golpeado brutalmente por los emisarios de la organización. “Esos cabrones me arruinaron”, gritó visiblemente alterado, dejando al público sin aliento y a los periodistas en completo silencio.
La respuesta desde Arabia Saudí no tardó en llegar. Turki Alalshikh rechazó todas las acusaciones y acusó directamente al jugador español de codicia. “Alcaraz no es una víctima, es un avaricioso”, declaró el funcionario saudí ante los medios internacionales.
Según Alalshikh, el propio Alcaraz habría aceptado aumentar el contrato de 2 a 5 millones de dólares a cambio de una “recompensa privada”. Además, lo acusó de intentar chantajear a la organización exigiendo más dinero para no revelar el acuerdo secreto.
Lo más impactante llegó cuando Alalshikh aseguró tener pruebas en vídeo que demostrarían que las lesiones de Alcaraz no fueron producto de una agresión, sino de una caída accidental durante una discusión con su equipo técnico. El escándalo estalló a nivel global.
Los aficionados del tenis se encuentran divididos. Algunos defienden al joven campeón, considerando su confesión como un acto de valentía. Otros, sin embargo, sospechan de sus motivaciones y dudan de su versión ante las contundentes declaraciones saudíes.
Expertos en marketing deportivo señalan que este conflicto podría marcar un antes y un después en la relación entre deportistas y patrocinadores del Golfo. La transparencia y la ética contractual se han convertido en el centro del debate internacional.
Mientras tanto, la ATP guarda silencio, consciente del impacto mediático y político que rodea al caso. Se rumorea que abrirá una investigación interna sobre los vínculos entre jugadores de élite y los grandes inversores de Oriente Medio.
El entorno de Alcaraz, por su parte, ha pedido respeto y discreción. Su representante confirmó que el jugador se encuentra bajo tratamiento psicológico, tratando de superar la presión mediática y las consecuencias emocionales de su explosiva confesión.
El caso, bautizado ya por la prensa como “El Escándalo de Riad”, amenaza con sacudir los cimientos del tenis moderno. Lo que comenzó como un simple torneo de exhibición podría convertirse en una crisis diplomática y deportiva sin precedentes.
Los próximos días serán decisivos. Si las pruebas saudíes resultan auténticas, la reputación de Alcaraz podría quedar destruida. Pero si se confirman sus denuncias, el escándalo podría implicar a figuras de alto rango en el deporte internacional.
Por ahora, el silencio es el protagonista. Los fanáticos esperan nuevas declaraciones, mientras el mundo observa cómo uno de los talentos más prometedores del tenis lucha por defender su verdad ante un escenario global en llamas.
