En los pasillos oscuros e iluminados con fluorescentes del Instituto de Oncología y Radiología de Belgrado, donde el aire huele a lejía y a silenciosa desesperación, 50 familias recibieron un milagro con el que nunca se habían atrevido a soñar. La mañana del 5 de noviembre de 2025, los administradores del hospital convocaron a pacientes y familiares a una pequeña sala de conferencias. Sin prensa. Sin cámaras. Un solo sobre en cada asiento, con el sello de la Fundación Novak Djokovic. En el interior: una carta, un recibo con el sello “PAGADO TOTALMENTE” y una nota manuscrita con los inconfundibles garabatos del campeón:“No estás solo. Sigue luchando. – N”

Novak Djokovic (38), el titán del tenis serbio con 24 títulos de Grand Slam y una reputación de concentración fría en la cancha, había saldado silenciosamente todas las facturas médicas pendientes de 50 pacientes con cáncer (quimioterapia, radiación, cirugías, medicamentos) por un total de más de 1,2 millones de euros. El gesto se produjo sin fanfarrias, sin publicaciones en las redes sociales, sin discurso de victoria. Sólo acción. Pero cuando una madre llorosa filtró una foto de la carta a los medios locales, el mundo explotó.

Comenzó semanas antes, en la oscuridad de la noche después de la temprana salida de Djokovic en el Masters de París. Mientras los fanáticos debatían sobre su forma, Novak estaba en un jet privado con destino a Belgrado, no para entrenar, sino para una visita clandestina a la misma sala donde su propia madre, Dijana, una vez temió por su vida durante un susto de cáncer en la década de 1990. Disfrazado con una sudadera con capucha y una máscara, caminaba por los pasillos sin ser reconocido, hablando en voz baja a los pacientes en serbio. Un anciano, Milan Petrović, que luchaba contra el cáncer de pulmón, le dijo: “Luchamos todos los días, pero las facturas… nos aplastan más que la enfermedad”. Otra, Ana Jovanović, de 9 años, susurró a través de su máscara de oxígeno: “Sólo quiero ir a casa y jugar con mi perro”. Djokovic escuchó. Luego actuó.
Al día siguiente, su fundación transfirió los fondos a través de fideicomisos anónimos. Las enfermeras juraron guardar el secreto. Sólo cuando los billetes desaparecieron surgió la verdad. El padre de Ana, un trabajador de una fábrica que había vendido su automóvil para poder pagar una ronda más de tratamiento, se desplomó en el pasillo sollozando. “Pensé que perderíamos la casa”, dijo a RTS. “Ahora mi hija puede simplementeserun niño otra vez”.
En una conferencia de prensa sorpresa dos días después, Djokovic finalmente habló. De pie ante una sala repleta de periodistas emocionados, su voz se quebró:“Estas personas… han pasado por mucha soledad. No sólo el dolor, no sólo el miedo, sino también el aislamiento. La vergüenza de no poder pagar. Las noches preguntándose si el tratamiento de mañana será el último debido al dinero. He ganado trofeos. He batido récords. Pero esto… esto es lo que importa. Si puedo quitarme aunque sea una onza de esa carga, lo haré”.
Hizo una pausa y se secó los ojos. “Crecí en un país en guerra. No teníamos nada. Pero nos teníamos los unos a los otros. ¿Estos pacientes? Tienen un valor que ni siquiera puedo imaginar. Lo menos que puedo hacer es asegurarme de que no estén luchando solos”.
Este no es el primer acto de heroísmo silencioso de Djokovic. Desde que fundó la Fundación Novak Djokovic en 2007, ha construido 49 centros preescolares en toda Serbia, ha financiado la educación de más de 1.000 niños desfavorecidos y ha donado millones para ayuda en casos de desastre. En 2020, durante el apogeo de la COVID, convirtió su centro de tenis de Belgrado en un centro de tratamiento. En 2023, cubrió personalmente los gastos del funeral de un joven aficionado que murió de leucemia. Pero esto (pagar para que vivan 50 extraños) tiene un efecto diferente.
Los fanáticos inundaron las redes sociales con #DjokovicHeart. Una publicación X de una enfermera serbia se volvió viral:“No se limitó a pagar las cuentas. Se sentó con una abuela moribunda durante 20 minutos, tomándole la mano mientras ella le hablaba de su jardín. Sin cámaras. Sólo amor”.Otro, de un paciente adolescente:“Me dijo: ‘Tu servicio es más fuerte que el mío’. Me reí por primera vez en meses”.

Incluso los rivales le rindieron homenaje. Andy Murray tuiteó:“Acto con clase. Siempre lo ha sido”.Rafael Nadal envió un mensaje en vídeo a la sala:“Novak, nos haces a todos mejores”.Roger Federer, ahora retirado, lo llamó “el mayor regreso de su carrera”.
De vuelta en el hospital, el impacto es visceral. Ana Jovanović, la niña de 9 años, recibe el alta para recibir atención domiciliaria: es la primera vez que sale al aire libre en seis meses. Milan Petrović, el paciente con cáncer de pulmón, inicia un ensayo experimental que creía imposible. Una joven madre, Jelena Marković, cuyo cáncer de mama se ha extendido, utiliza los fondos liberados para llevar a sus hijos desde un pueblo a 200 kilómetros de distancia para una visita de fin de semana. “Pude abrazarlos sin llorar por el dinero”, dice. “Eso es un milagro”.
Djokovic se niega a llamarse héroe. “Solo soy un tenista que tuvo suerte”, dijo.Destello. “¿Estas personas? Son los verdaderos campeones. Simplemente les ofrecí un tribunal justo”.
A medida que el invierno llega a Belgrado, la sala de oncología brilla un poco más. Los niños hacen dibujos de un muñeco de palitos de Djokovic con un halo y una raqueta. Las enfermeras usan alfileres que dicen“NORTE”. Y en una pequeña capilla en los terrenos del hospital, 50 familias encienden velas, no sólo para curarse, sino también para agradecer.
Es posible que Novak Djokovic nunca gane otro Grand Slam. Pero en los corazones de 50 guerreros contra el cáncer y millones de personas que lo observan desde lejos, ya obtuvo el título más grande de todos:Humanitario del Año, Campeón de la Esperanza.
Y en algún lugar, en una habitación tranquila donde una niña alguna vez temió a la oscuridad, ahora arde una luz, alimentada no por la medicina, sino por la creencia inquebrantable de que nadie,nadie, pelea solo
